Toda profesión/vocación debe o debería tener ese momento en el que uno se siente orgulloso de si mismo. Es el momento en que el diseñador web mira su boceto en JPG con cara sonriente, o en el que el mecánico oye rugir de nuevo el motor de ese R5 turbo declarado en siniestro total, o el del vendedor puerta a puerta que acaba de vender una enciclopedia.
Siempre he considerado que una de las maravillas de ser programador es esa sensación de autosatisfacción que llega, sin esperarla, cuando piensas, diseñas o implementas algo.
Esa es la razón por la que decidí ser programador, para poder decir: "Yo difruto con mi trabajo".
Pero no es tarea fácil llegar regularmente a ese estado momentáneo de nirvana, y mucho menos en el mundo empresarial.
Por mi experiencia se que todo trabajo en una empresa tiene un límite de orgasmos. Llega un punto en que la empresa ya no te aporta nada y como consecuencia tu no le aportas tanto a la empresa, porque la relación empleado-empresa, es como un noviazgo y si no se cuida la monotonía acaba con él.
Pero como toda relación es difícil de terminar porque siempre nos queda ese recuerdo del inicio de la relación cuando te parecía que la empresa creía en ti y tu creías en la empresa. Por esta razón el empleado se agarra a esos pocos orgasmos transitorios que le quedan y al recuerdo de todos los orgasmos pasados para autoconvencerse de que sigue habiendo amor.
Pero no nos engañemos, cuando hemos llegado a este punto sólo tenemos 2 opciones: cambiar o morir.
No nos damos cuenta, pero mientras seguimos en ese sitio, nuestra creatividad, nuestra agilidad mental va mermando, va aposentandose en lo más remoto de nuestro cerebro mientras nuestra jornada laboral deja de ser un goce y pasa a ser un suplicio.
Y eso es la muerte del programador.
Por eso, cuando llegamos a ese punto de frigidez profesional, debemos cambiar.
Y estoy convencido de que llegará algun día en ese ciclo en el que encontraremos esa empresa que todos soñamos, donde aunque seamos simples programadores se tendrá en cuenta nuestra opinión, donde se nos permitirá aportar nuestra experiencia para mejorar la calidad de la empresa y del producto, donde alguien nos dará las gracias por nuestro trabajo. Ese sitio del que podremos hablar con orgullo con nuestros amigos.
Pero hasta que no llegue ese sitio, debemos estar al tanto y no dejar nunca que la arenas movedizas de la monotonía nos atrapen.
P.S.: Este post iba destindo originalmente a comentar que últimamente he tenido varios de esos orgasmos, ya que estoy aprovechando mi baja para desarrollar un proyecto que en 2 semanas me ha hecho aprender más que mi último año en la empresa en la que trabajo.
Pero bueno, para eso llamé Sumidero Mental al blog, para descargar ese tipo de cosas que pone más arriba aunque no tengan nada que ver con la intención original del post.
Y que a gusto se queda uno...
2 comentarios:
No se que dirte... en mi empresa cada día tengo que aprender algo nuevo, montar algo distinto, aprender cosas diferentes... cuando tengo que hacer algo rutinario, lo agradezco.
Es distinto, porque en tu caso es TU empresa, de tu propiedad.
No digo que cada día el trabajo tenga que ser distinto, ni que uno se tenga que pasar la vida innovando. Eso a veces es más un problema que otra cosa, pq cuando empiezas a tener algo decente en una plataforma, resulta que para estar en la onda se tiene que empezar a hacer desde cero para la versión nueva.
Te conozco y se que trabajas bien, y por poner un ejemplo, si yo fuese tu empleado se que tendrías en cuenta mi opinión y que me agradecerías el trabajo realizado.
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